El gran ciclo de Gallardo en River mantiene, por ahora, la particularidad de no tener títulos de la liga local en su haber. El equipo del Muñeco peleó el campeonato en 2014, 2017 y 2020, y pocas veces se encontró con una fecha tan favorable: perdió el escolta, Talleres, empató el tercero, Lanús, y perdió el ahora quinto, Estudiantes.
El Millonario debía aprovechar estos resultados imponiéndose en el suyo en el Monumental, ante el rival que más veces ganó en este estadio, San Lorenzo. El Ciclón se había llevado los tres puntos en los últimos dos clásicos en Núñez, y llegaba por segunda vez en el año al Antonio Vespucio Liberti en búsqueda de romper una racha de seis partidos sin victorias en condición de visitante.
El primer tiempo se desarrolló con tensiones en el mediocampo. River intentaba avanzar con algunas combinaciones entre los volantes, tanto en la medular como en las bandas, y los de Paolo Montero se compactaban en dos líneas que impedían la circulación. Esto le dio al Ciclón una buena recuperación en mitad de cancha que tradujo en algunas aproximaciones. El equipo de Gallardo se encontraba muchas veces despejando la pelota en la incomodidad del retroceso.
Por momentos, el clásico se jugaba como quería San Lorenzo. Apretaba líneas, sacaba la contra y muchas veces terminaba en nada por ineficacia de los atacantes. A los 22 minutos esa eficacia apareció de la mano de Nicolás Fernández Mercau, que aprovechó la poca presencia de la defensa de River para frenar un lateral que vino desde la otra banda, picó una vez en el área y cayó en el pie del joven de 21 años.
El Ciclón se ponía en ventaja en un partido que era incómodo para River. Sin importar rachas y momentos futbolísticos, el resto de los equipos del fútbol argentino ven en los duelos ante Gallardo una oportunidad para ganar confianza, hacer el partido perfecto y robar puntos.
El primer tiempo de River estuvo marcado por esa incomodidad, adaptándose al ritmo que quería San Lorenzo, y con una mala actuación de una defensa que sigue rotando nombres por razones externas. Se lo notó algo nervioso y temeroso a Alex Vigo, que sigue sin tener un rendimiento convincente; Felipe Peña mostraba algo de falta de ritmo para achicar; Héctor David Martínez no lograba despejar y salir con pelota como nos tiene acostumbrados; y Milton Casco tenía una mínima participación con pelota.
Dos minutos después del gol, Gallardo aprovechó las molestias de Nicolás De La Cruz en el gemelo izquierdo para ajustar la mitad de la cancha. Enzo Fernández ingresó por el uruguayo y le dio a River un mejor control de la pelota en la mitad, además de cierta centralidad en ese sector donde varios volantes se repartían la influencia según su zona. Palavecino, Simón y Rollheiser tenían interesantes apariciones, pero faltaba un núcleo que los ordenara. El ex Defensa y Justicia logró cambiar sustancialmente el partido con su presencia.
A los 31 minutos, una sucesión de pases dejó a Santiago Simón en una posición peligrosa: el volante, que posee el superpoder de saber qué pide cada jugada y ejecutar en consecuencia, asistió con un pase recto a Julián Álvarez, que remató desde afuera del área al primer palo y marcó lo que hasta ese momento era su sexto gol en los últimos cinco partidos con River.
En 2021 Gallardo se encontró con miles de problemas y obstáculos para armar el equipo. Tuvo mala suerte, con casos de covid, lesionados, ventas y convocatorias a selecciones nacionales. Sin embargo, podríamos decir que algunas lesiones en el medio de los partidos le sirvieron para ajustar detalles que luego le dieron victorias. Esto ocurrió en la primera mitad con Fernández por De La Cruz y en el entretiempo con Robert Rojas por Alex Vigo, que salió con una molestia en el isquiotibial izquierdo.
El ingreso del Paraguayo le otorgó a River una amplitud útil para poder controlar los ataques y someter al rival en distintos momentos. Rojas se proyectaba con más soltura, se posicionaba en un lugar estratégico para que Enzo Fernández recibiera por derecha. A los 20 minutos, el Sicario conoció en carne viva el superpoder de Santiago Simón, que lo dejó en posición de centro a la altura del área sobre la banda derecha.
Rojas centró, Palavecino recortó y remató, Torrico pudo tapar pero en el rebote Julián Álvarez, quién si no, controló y aseguró bajo los tres palos. River remontaba un partido importantísimo y se encaminaba a aumentar la ventaja. Palavecino sumaba a su buen partido una participación en el área que le da confianza para prolongar esta mejora. El volante aprovechó su buen pie para generar situaciones de peligro con pases medidos y precisos, y en el segundo gol llegó al área como un delantero más.
Los ingresos de Agustín Martegani y Néstor Ortigoza le devolvieron a San Lorenzo la tenencia de la mitad de la cancha. El Ciclón jugaba con libertad en el medio, circulaba la pelota sin profundidad y amenazaba a River con algunos envíos peligrosos. Esto fue advertido por Gallardo, que a los 38 minutos del complemento puso a Ponzio y Zuculini para conformar un medio de mejor contención.
Este cambió coincidió con un pase sin querer de Robert Rojas a Julián Álvarez, que se fue abierto por la banda y convirtió un gol que solo él imaginó. De caño a Torrico, la Araña firmó el primer hat-trick de su carrera para sentenciar el partido.
River no brilló, pero fue contundente y supo aprovechar momentos y ocasiones. Sacó cuatro puntos de ventaja sobre el escolta Talleres, al que enfrentará el jueves. Contó con rendimientos individuales excelentes, como los de Palavecino, Rojas, Enzo Fernández, Simón y Álvarez; lo que le permitirá a estos jugadores llenarse de confianza y le dará a Gallardo un lindo problema para armar el equipo. Quedan nueve fechas pero el equipo está bien posicionado. En los números, en lo anímico, en lo futbolístico, en lo colectivo, en lo individual, en lo moral. River encarará las próximas nueve fechas con un convencimiento muy fuerte, y un invicto de 10 partidos que deberá utilizar como base y no como laurel.
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